lunes, 2 de abril de 2012

A mi ahijada

Este cuento comienza una tarde de octubre madrileña, aunque en un lugar habitual y aparentemente poco especial, resulta que la magia sobrevolaba los alrededores y algo muy importante se cernía en aquellos instantes.

Los colores dorados y rojos inundaban aquel otoño, una atmósfera cálida y dulce les envolvía en un halo de romanticismo. No era un otoño muy lluvioso, tan solo un fino velo de gotitas frescas se extendía por las calles y los campos, pero permitía a los corazones mantenerse limpios, arrastrando todo vestigio de tristeza que pudiera detenerles frente a su objetivo.

Fue así como sucedió. En esa tarde romántica, fresca y pura, se cruzaron dos espíritus tan diferentes pero con tanto en común, que la mezcla se materializó en un sueño. Ellos no lo sabían, pero en ese momento el universo entero giraba en torno a aquel momento, los astros se alinearon, las estrellas se iluminaron, la tierra tembló y el mar se agitó, el tiempo se paró un segundo y la magia que por allí pasaba, se posó sobre ellos.

Comenzó un intenso viaje, nueve primeros meses, con curvas llenas de preocupaciones, algunos baches de incertidumbre, rectas de alegría y esperanza. Días de dudas, noches de ilusiones, horas y minutos eternos, implacables ante un cometido que no daba opción a la improvisación. Siempre presente una incógnita “¿cómo será?”, siempre una oración constante “que todo salga bien” y siempre un baile de nombres alrededor de aquella florecilla que estaba a punto de ver la luz.

A las 11:00 de la mañana del 20 de junio de 2011, la incógnita se despejaba. El viaje continuaba ahora en compañía de una pequeña princesa que llevaba aquel toque otoñal, de piel dorada como las hojas, de labios carnosos y rosados, con unos ojos grandes y negros como la intensidad del universo, con la frescura de aquel manto cristalino que fue dejando la lluvia. Desde las profundidades del mar llegó Marina, con fuerza, con garra y llena de alegría, tocada por las estrellas que se iluminaron aquel día.

Y parece mentira que desde entonces hayan pasado otros nueve meses. Seguro que en esta ocasión el viaje se ha hecho menos pesado, más llevadero porque ha sido compartido entre varios pasajeros que todos los días disfrutan de ella. Pero esto es sólo el principio porque nuevas curvas se van trazando, otros baches se van saltando, tantas y tantas rectas que recorrer… y es que tenéis que saber que este no es un viaje fácil. Unos días habrá risas, otros días habrá llanto, el dolor y la alegría se batirán en duelo. Habrá momentos en los que os sentiréis mareados, débiles y creeréis que las fuerzas os abandonan, pero será entonces cuando seréis testigos de que nada es imposible, que con vuestro amor todo soportaréis y siempre unidos todo lo superaréis. Os sorprenderá vuestra capacidad de levantaros tras tantas caídas porque vuestra mayor fuerza está en ella misma, cuando la miréis, la abracéis o la beséis… y cuando os sonría, seréis invencibles y nada os podrá parar ante la vida.

Amigos míos, disfrutad de este viaje en el que sin duda aprenderéis.

Yo creo que Marina tiene suerte de teneros a su lado. Ese carácter positivo y a veces un poco alocado, la alegría y la lozanía de su madre… ese carácter tranquilo y callado, la paciencia y el saber escuchar de su padre… hacen la mezcla perfecta que complementa el camino que se extenderá bajo los pies de la pequeña Marina, hoy bebé, después niña, será adolescente, un día una joven bella y linda, hasta convertirse en la mujer llena de valores que vosotros durante todo el viaje le habréis puesto en su particular maleta.

Perdonadme que me atreva a deciros que vosotros también tenéis suerte. Por poder vivir esta experiencia y ser partícipes de esa evolución, por poder disfrutar de esta pequeña joya que tendréis que ir modelando. Escribiréis su historia para siempre en vuestro interior y quedará grabada en vuestro corazón, sudor y lágrimas serán el reflejo de este esfuerzo, pero habrá merecido la pena porque no hay mayor tesoro que tener a Marina con vosotros.

Ella siempre será vuestra niña, ella siempre será especial.

Y yo lo sé, porque tengo mucha suerte de teneros cómo amigos. Me considero afortunada por estar hoy aquí compartiendo con vosotros estos momentos, porque os conozco y os quiero, me habéis hecho sentir especial. Habéis depositado vuestra confianza en mí, porque siendo Marina lo más importante en vuestras vidas, habéis querido compartirla conmigo para poder formar parte de su historia. Ese ha sido un gesto muy grande.

Quiero que sepáis que estaré siempre dispuesta a ayudaros con esa maleta, espero poner en ella cosillas que la ayuden a hacer más divertido y fácil ese viaje, que un día de otoño decidisteis emprender.

Que la suerte os sonría siempre, os deseo lo mejor a los tres.