viernes, 13 de julio de 2012

Ya está donde el quería... al sol del madroño

Hace poco más de un año que recibía un correo con este “asunto” y empecé a escribir esta entrada.

Por unas cosas y otras, allí se quedó, en mi PC sin salir a la luz. Hoy, pasado todo este tiempo, la vuelvo a retomar y no sé por qué precisamente ahora… estos días atrás me rondaban pensamientos, era una sensación y al final por algún motivo que desconozco, me acordé de nuevo. Así es que voy a intentar no modificar mucho de esa entrada original que no salió al sol en aquél entonces, voy a intentar mantener aquellos sentimientos.

Estas líneas no relatan una experiencia cotidiana, no es algo alegre, ni siquiera probablemente sea bonita… sino todo lo contrario, se debe a un hecho vivido puntualmente y que no volverá a repetirse, lo que no sé cómo encajar, si es bueno o malo… ojalá y no hubiera ocurrido nunca, pero si volviera a ocurrir significaría que todavía estaría aquí. De cualquier forma, es triste.

Fatídico, horrible e inevitable 30 de mayo de 2011.

Ese día y ese hecho, me hicieron reflexionar y apreciar esas cosas de la vida que a veces no percibimos, de las que no nos percatamos, no pensamos en ellas, están ahí y las damos por sentado: “es lo normal”. Pasan, van y vienen, a veces les llamamos, otras estamos largo tiempo sin saber nada de ellos, no se cuidan lo suficiente y al final, acabamos lamentándonos… esto, algo tan cotidiano como es un AMIGO.

Esto es para ti Fermín. El Caballero por excelencia, siempre atento, correcto, dulce... eras la eterna sonrisa, aunque a veces podías ser muy picajoso con nosotras y nos hacías rabiar con tus boberías machistas, nos sacabas de quicio y cuando estábamos al borde del colapso, a punto de explotar... esa sonrisa tuya aparecía para borrar cualquier duda, para calmar nuestro enfado y al final, un abrazo enorme y el truco de no “hacerte ni caso”. Todo un encanto.


Podría estar describiéndote en miles de páginas, pero hoy quería dedicarte un ratito y dirigirte algunas palabras, recordar algunos momentos y cómo es lo habitual, pues no nos damos cuenta hasta que ya no hay remedio, decirte cuánto me arrepiento de no haber estado contigo con más frecuencia.

Cuando empecé esta entrada, me estaba siendo muy difícil dirigir todo lo que sentía, pues recuerdo que las lágrimas inundaban mis ojos y me impedían verte con claridad. Hoy me es más fácil, a todo te acostumbras Fermín, es triste pero es así, como dice la canción de Estopa “si duele un recuerdo, te cura el olvido” y es que es cierto, nos acostumbramos a todo y se nos olvidan las cosas, las personas… simplemente nos olvidamos. No sé cuánto tiempo fue... ¿5 años o más? Se pierde la noción del tiempo y me parece que esto no ha ocurrido y que era ayer cuando estábamos en alguna fiesta de la universidad, de viaje por Cádiz o simplemente en tu casa, en la piscina, cerca de ese madroño.


Lo que empezó con una simple lesión muscular que tardaba en curarse... el gemelo o el aquiles, no estoy segura, pero que no pintaba nada bien, era raro, extraño y algo estaba pasando... conjeturas a nuestro alrededor, preguntas sin respuestas, ¿por qué una lesión podía generar tanta preocupación? Y al final, tu propia historia y todas las sospechas, acabaron haciéndose realidad... ¡qué cruda y triste realidad! ¡qué duros pueden llegar a ser algunos momentos o algunas noticias! Pero no Fermín, no éramos del todo conscientes de lo que aquello suponía, intentamos no hacerle caso, que todo fuera natural pero conocíamos el final… ese final que no queríamos asumir.

Cabreos, injusticia, desasosiego, maldiciones... recuerdo que aquello desató todo un conjuro de improperios por nuestra parte, impotentes por no poder hacer nada, no quedaba otra y mientras tanto, ¿qué pasaba por tu cabeza? ¿y tus sentimientos? Allí estabas, con tu cabeza fría, consecuente, con toda tu entereza, optimista, dispuesto a combatir en esa batalla con la esperanza de ganarla, “seguro que hay alguna solución” y tú le quitabas importancia al asunto, nos animabas para que no nos preocupásemos... "pero ¿qué me estás contando?".

Y es que aunque todos sabemos que llegará nuestro final, que vivimos con eso y como dice el dicho, es lo que hay, tú conocías su “caducidad”. Eso es muy duro y se necesita mucha fuerza para seguir adelante, vivir, tener esperanza, no tirar la toalla, no derrumbarse. ¡Qué bonita palabra “la esperanza”! Y es cierto que has tenido tus momentos, momentos muy complicados, nuevas noticias, pocas soluciones, momentos en los que te venías abajo ¡ya me dirás tú quién lo habría resistido!

Aquello avanzaba, se veían sus progresos, el enemigo avanzaba en el campo de batalla y te iba ganando terreno. Pero tú nunca tiraste tus armas, nunca te rendiste, luchaste hasta el final como nadie, hasta el último momento y nos diste una gran lección. Una lección que muy pocas personas podrán superar nunca... ¡qué grande fuiste y serás Fermín! Mantuviste la cabeza fría en todo momento, tomaste decisiones en momentos en los que es imposible pensar. Supiste disfrutar cada instante, nada te paró, aprovechaste todos esos pequeños placeres y detalles de la vida, porque supiste valorarlos como nadie, viajaste hasta en las peores condiciones, leías o ibas al cine con tus amigos y siempre te acompañó aquella maravillosa sonrisa.

Y disfrutamos mucho contigo Fermín, los niños te adoraban, cada vez que te visitábamos nos regalabas tu amabilidad, tus sueños, tu esperanza, tu optimismo, tus abrazos y besos… tu sonrisa Fermín. Y hoy te echamos mucho de menos. Hasta el último minuto, hasta el último segundo… llamaste a tus amigos cuando sabías que había llegado el momento y te despediste como un gran guerrero, como un gran señor, como el Gran Caballero que fuiste.

Y aquél 31 de mayo en el que me despedí de ti, sabía que estarías conmigo hasta el final, porque yo te lo prometí y tú cumpliste tu parte. Tu recuerdo me acompañó en muchos entrenamientos, la lección que nos habías dado tenía que ser correspondida de alguna forma y al final, tus fuerzas me llevaron hasta la meta con lo que tú te ganaste ese km 42 de NY.

Y estoy segura de que ese madroño crece cada día con fuerza, con alegría, sano y con una vitalidad envidiable… porque sin lugar a dudas es el madroño más bonito que pueda existir.


Gracias Fermín porque nos enseñaste grandes cosas, por tu compañía, por tu fortaleza y por lo que nos trasmitiste, por compartir tu historia con nosotros, por estar ahí, por ser como fuiste... gracias por tu amistad.

Para siempre.