jueves, 29 de agosto de 2013

Un Arcoíris


Tarde del 28 de agosto de 2013, el día había sido extraño, se levantó fresco pero azul, no había nubes en el cielo pero a medida que fueron pasando las horas, se fue cubriendo de un gris denso que traía vientos nuevos.


No había sido un día fácil, demasiadas explicaciones sin ganas de hablar, demasiados contactos cuando lo que buscas es soledad y demasiadas lágrimas acompañadas de aquellas imágenes una y otra vez… aquellas palabras resonando constantemente en mi cabeza, sus preguntas ávidas de la respuesta correcta, sus miedos gritando ser expulsados con ese abrazo, sus ojos llamando una y otra vez pidiendo tranquilidad con un beso… su “hasta luego” agitando la manita esperando que estuviera allí cuando despertase.

Una y otra vez, una y otra vez… día tras día desde entonces.

Llegó entonces el momento de salir, se levantó un viento que trajo la lluvia, mientras se oía a lo lejos al cielo gritar… me sentí identificada y me di cuenta que necesitaba que la lluvia arrastrase aquella angustia, que el viento se llevase las imágenes y las palabras, que los relámpagos me permitieran gritar tan alto que la rabia se confundiese con los truenos. No me importaba el frío, no me importaba mojarme, pero tenía miedo… a pesar de todo, tenía miedo.


 

Salí de casa y empecé a trotar hacia los caminos que van bordeando Fuenlabrada. No son caminos bonitos, sólo hay huertos alrededor, granjas, es un paisaje algo feo y muy al fondo… se puede ver parte de la sierra de Madrid; pero eso da igual, porque son los caminos por los que entreno, son los caminos que me permiten estar a solas, son los caminos que dejan ver sueños… son simplemente los caminos más bellos.

Según me adentraba en ellos la sensación de angustia fue creciendo, comencé a llorar nuevamente, todavía me cuesta creerlo, tuve miedo, podía sentir tan cerca los relámpagos que incluso pensé que pudiera caer uno sobre mí, las pulsaciones iban subiendo, llevaba el corazón en un puño, pero el olor a tierra mojada me animaba a seguir corriendo y parecía que el viento me llevara, entonces comenzaron a caer algunas gotas y sentí que la tensión se aliviaba.

Entonces me di cuenta del maravilloso espectáculo que me había preparado la Naturaleza. Un atardecer impresionante que espero tardar tiempo en olvidar. Podía disfrutar de miles de colores, infinitas sensaciones, todos mis sentidos estaban siendo deleitados por los cuatro puntos cardinales.

Mientras por el Oeste se acostaba el Sol, su luz teñía de un rojo anaranjado el cielo, recordándome el ímpetu y la vigorosa personalidad de Lola. Estaba allí, en ese fuego de rosas y violetas que desprendía el cielo cuando ella sonríe, cuando sus carcajadas hacen bailar hasta al ser más inanimado. Pensé en mi pequeña estrella cuando viene corriendo a abrazarme y me dice “te quiero mami”… y deseé que estuviera allí a mi lado.




El Este se presentaba de un azul intenso, trasmitiéndome la fuerza y sosegada personalidad de Bruno. Estaba allí, en la inmensidad del azul tocado por algunos brotes blancos de paz y tranquilidad, cuando sus ojos grandes y abiertos miran, cuando su ternura es capaz de derretir hasta al corazón más duro. Pensé en mi pequeño astro cuando se sienta a mi lado, me besa y me dice “tranquila mami”… y deseé que estuviera allí a mi lado.



 
El Sur teñido de un gris oscuro, enfadado gritaba con truenos y relámpagos por la rabia contenida en estos días. Allí estábamos nosotros, todas las emociones disimuladas, toda la tensión acumulada, los sentimientos escondidos incapaces de salir a luz, las palabras no dichas. Pensé en esta semana tan dura, percibiendo su nerviosismo intentando transmitir una tranquilidad que ni él se creía, cuando al mirarle veía sus ojos empañados por las lágrimas, sus abrazos y sus palabras, entonces el cielo se rompió con una luz brillante, alzó su voz por encima de todos los seres… y deseé que estuviera allí a mi lado.

 


Y mientras tanto, al Norte se abría una gran puerta con un Arcoíris perfecto, como hacía tiempo que no veía, dando paso a un futuro lleno de vida, junto a Mario y los niños. Allí estaba frente a mí, un arco perfecto que se extendía invitándome a cruzarlo por debajo, de lado a lado estaba sostenido por nuestros familiares y amigos que han estado con nosotros. Sus 7 colores reflejaban los 7 días pasados, cada color un día, cada día una sensación, cada sensación una emoción… emociones reflejadas en aquella luz cuya intensidad me decía que hay mucho aún por vivir y disfrutar, hay que seguir levantándose y pensé: “esta batalla está ganada pero hay que seguir luchando”. El futuro está en tu mano, cruza al otro lado por ellos, porque se lo merecen, porque te necesitan… el viento sopló otra vez, seguí corriendo en dirección al Arcoíris y la lluvia empezó a caer con más fuerza… entonces lloré de nuevo.

Han sido 50' salpicados de viento y lluvia, emociones y pensamientos, he corrido con el corazón en un puño, he tenido miedo, he sufrido y notado que me faltaba el aire, he visto la rabia de frente luchando con la esperanza y he disfrutado otra vez corriendo.

Esto es para vosotros, padres, madres, hermanas, familiares y amigos... me hubiera gustado que lo hubierais compartido conmigo, en ese mismo instante, con los 5 sentidos… pero espero que al menos así, os llegue de alguna forma todo lo que he vivido, la Naturaleza me ha concedido este regalo que yo os quiero hacer llegar por ser cómo sois, por estar ahí, por vuestro apoyo y vuestro cariño. Muchas gracias.

Y sobre todo para Bruno, por tu fortaleza tan inmensa… para Lola, por tu alegría tan enérgica… para Mario, por ser como eres y por llevarme de la mano. Sois lo mejor que me ha pasado en la vida, no hay suficientes palabras para describiros o deciros lo que siento… sólo quiero desearos lo mejor de este mundo, que los vientos os dirijan y que las hadas os acompañen.

 Os quiero tanto