Bienvenido
seas Diciembre
Atrás ha
quedado el fresco noviembre,
con sus tonos
grises y su nostalgia.
Se hace
presente hoy con toda su magia,
el blanco,
frío y hermoso Diciembre.
Traes en ti
la hermosa navidad,
Jesús que
nace humilde en un portal,
trayendo
esperanza a todo mortal,
Dios se hace
carne, se hace humanidad.
Éstas tierras
de blanco vestirás.
El día 31 un
año más concluirás,
tristezas y
angustias tú portarás.
Difícilmente
podrá celebrarte,
quien el
dolor vive y siente la muerte,
que la
pobreza dificulta amarte.
Seamos
testigos de caridad,
en un mundo
vil, privo de hermandad,
demostremos
la solidaridad.
Kavanaruden
He
aquí diciembre, a punto de acabarse a un día y estaremos tomando las uvas. Mientras
yo me pregunto “¿qué me pasa con este
mes?” Siempre en estas fechas mi cabeza es como una olla a punto de
estallar, mi estado emocional es como una montaña rusa, un día es la risa, al
otro es el llanto, mi carácter fluctúa entre el mal humor y la ternura,
presión, tensión, magia, ilusión, dulces y luces… de nuevo empiezo a correr sin
dirección y quiero parar, detenerme y abandonar. ¡Ahí está! ¿otro año más u
otro año menos? Vuelta a empezar, sigue y sigue, otra vez igual, no habrá
cambios, nada nuevo… ayer como hoy, mañana como siempre. Una espiral eterna de
la que necesito salir y no sé cómo, no encuentro la salida, me falta esa
“estrella guía” que tanto luce en estos días.
Diciembre,
época navideña, tiempo de amigos y familiares, momentos de fiestas y eventos
miles. En estos días de reencuentros en los que la magia y la ilusión invaden
nuestras calles y nuestras casas, hay dos tareas de las que nadie nos puede
eximir.
Por
un lado, hace su entrada la diversión que debe ser máxima,
disfrutar por todo lo alto como si fuese la última vez que lo fuéramos a hacer…
quedamos con amigos que hace tiempo no vemos, compartimos momentos diferentes
con las personas con las que nos vemos habitualmente rompiendo la rutina por al
menos una vez, comidas y cenas de empresa en las que la relación con nuestros
compañeros y jefes se hace distendida (se comparte algo más que “una planificación
o un presupuesto”), fiestas y salidas donde el vino y la cerveza son actores
principales. Así son estos días, uno sí, uno no… ¡tenemos que vivir a tope!
Beber y comer como si se fuera a acabar el mundo, para que unos días después,
lleguen los esfuerzos extras para arrancar esos kilos de más y desprendernos de
la pesadez. Rompemos nuestra rutina, intentamos relajar cuerpo y mente, para luego
dar paso a las lamentaciones, pero de momento… olvidemos y disfrutemos, vamos a
compartir con todas esas personas nuestros pensamientos, sentimientos, vamos a
ponernos al día de todo este tiempo porque luego, de nuevo la normalidad
volverá y todo será como antes, volveremos a olvidar, volveremos a ser los de siempre…
volverá enero y con él todo el año entero, que será uno más. Pero recuerda, no puedes
estar triste, sino alegre, hay que sonreír, reír, gritar y cantar, seamos
positivos y nada, nade de llantos… ¿podrás hacerlo? Yo no.
¿Y
la otra tarea? Pues es momento de reflexionar, de hacer balance y analizar este
año que ha pasado. Ver qué cosas buenas nos han pasado y qué cosas malas hemos superado,
deseando que no vuelvan a suceder, para dar paso al nuevo año con esperanza y
aires renovados, ya sobrevuela por nuestras cabezas la famosa frase “año nuevo, vida nueva” y hay que
acatarla. Es entonces cuando aparecen en nuestras vidas los nuevos objetivos,
los nuevos propósitos y un largo etcétera de cosas que luego, casi nunca
cumplimos porque lo cierto es que al final ni nos lo tomamos en serio, ni nos
comprometemos hasta el final. Así es que toca pensar, toca dedicar unos minutos
a ese nuevo futuro que está a la vuelta de la esquina, ¿qué necesitamos? ¿qué
cambios haremos? Cosas típicas como apuntarse a un gimnasio o más deporte (quien
ya lo haga), nueva dieta más estricta y rigurosa, más tiempo con la familia… o esas
otras como ayudar a los necesitados, ser más generoso o intentar controlar mi
carácter, ¿os suena? Sin embargo pienso que esto de cómo o con qué afrontar el
nuevo año, es una especie de enmascarar lo verdaderamente importante: esa
reflexión interna sobre nosotros mismos. Esa reflexión que está en nuestro
interior agazapada y que necesita salir, ”¿soy
lo que quiero ser? ¿a dónde voy?” O dicho de otro modo “¿quién soy? ¿dónde quiero estar?”… he
ahí de nuevo la espiral.
Y
esta es mi reflexión: “no consigo
reflexionar”. No soy de ponerme metas, ni objetivos. No soy de hacer
propósitos de año nuevo, paso de un año a otro como de un lunes a un martes. No
creo en los deseos que se queman en Nochevieja, ni en el color rojo (hace mucho
que dejé de hacerlo) y en cambio, me gusta la Navidad. Disfruto con ella porque
me parece una época entrañable y familiar, llena de ilusión y magia para los
niños… aunque seamos los adultos los que lo hacemos posible, les hacemos creer
en algo, reír y soñar con que sus deseos se harán realidad, ¿verdad que no hay
nada más bonito que hacer que nuestros pequeños sean felices?. Lo sé, todo es
un consumismo exagerado. Como también sé que hay personas que dicen odiar la
Navidad porque es una época de hipocresía y mentiras. Yo sólo puedo respetar a
cada uno con sus pensamientos y sentimientos, cada cual es libre de decidir
cómo vivir su vida (en estos días y siempre), pero lo cierto es que el
hipócrita lo es todo el año, quién quiere pasar tiempo con determinadas
personas lo hace y el que no, simplemente no lo hace… Que cada uno celebre
estos días cómo más le apetezca, supongo que todos aquellos que dicen “odio la Navidad”, tendrán su propia realidad
y no habrá “ni ilusión, ni magia” entre sus pequeños, ni habrá árbol en casa que
aparezca lleno de regalos ese día. Pues olé por ellos pero por favor, sólo pedirles
que sean un poquito hipócritas para con los que creen en la Navidad y desean
disfrutarla. A mí me gusta la Navidad aunque no siempre consigo estar alegre y
feliz, la Navidad también es para recordar a aquellos que se fueron y para
llorar si se necesita. En estos días nuestros sentimientos fluyen más
libremente y salen a la luz, déjales que vuelen.
Parece
que al final sí consigo reflexionar. Estos días no sé qué pensar, todos los
años la misma historia por estas fechas, me siento “que no estoy”, me surgen de nuevo las mil dudas, me aburre empezar
otro año, más de lo mismo, “ser o no ser”.
No llego a adivinar si es fruto de la nostalgia que estos días generan, quizás
sea por el cansancio del ajetreo de ir de un lado a otro sin parar o
simplemente es miedo. Miedo al reto, miedo al objetivo, miedo a la rutina,
miedo al aburrimiento, miedo a no plantearme propósitos, miedo a no cambiar,
miedo a ponerme metas y no llegar, miedo a caer, miedo a levantarme y seguir…
miedo al balance que me recuerda lo que he conseguido y lo que no, que me
recuerda que llegué a los 40 con un análisis que no me gustó y que tras haber
pasado un año, no ha cambiado nada en mí, sigo siendo yo y más yo, siempre yo. A
punto de cumplir un año más, sigo haciendo lo mismo día a día, por ahora cuerpo
y mente siguen el mismo curso, del 40 al 41 y como si tal cosa. Salgo a correr
y me falta el aire, las piernas no me van, no puedo seguir a mis compañeras,
empiezan las competiciones y me ahogo. Si voy sola, me paro en medio del camino
a intentar respirar, cojo aire profundamente y entonces observo la inmensidad
del campo, allá a lo lejos la sierra, por el otro lado veo la ciudad y según
voy girando campo y más campo, más tierra, más camino sin fin, no hay límite,
allí está el infinito… y entonces rompo a llorar. No sé cuánto tiempo
transcurre, no quiero seguir corriendo, no quiero volver, quiero quedarme ahí
parada con mi mar de lágrimas. En ese momento aparece un gato que como
desafiándome se planta en medio del camino, me mira, está inmóvil, le miro y
dejo de llorar mientras me pregunto “¿qué
quieres? qué piensas?”, nos retamos durante unos minutos hasta que algo en
mi interior me dice que debo continuar, me esperan, arranco y entonces el gato
sale corriendo dejándome paso. Aún sigo analizando ese instante del que no
llego a descifrar el mensaje. O quizás, simplemente, no había mensaje…
resultado: “a solas con un gato”.
“¿Por qué?”, me pregunto una y otra vez, todo
me lo cuestiono, siempre en eterna ebullición, pero no consigo llegar al
análisis profundo que me dé la solución y eso me mata. Lo sé, es una cuestión
de aceptación, debe ser sencillo aceptar el entorno o la situación, aceptar la
realidad que nos rodea, sólo aceptarse. Y ese es mi problema, harta
de exigirme y no poder dejar de hacerlo, abandonar el látigo para disfrutar del
camino, olvidar los objetivos y dejarme llevar… seguro que así será todo más
fácil, ¿o no?. En fin, yo he cumplido con mi primera tarea y ahora me toca
enfrentar la segunda, aunque estas palabras me han servido para reflexionar
algo, me doy cuenta de que no hay que tener miedo, que el único enemigo que realmente
puede hacerme daño soy yo misma, que tengo que disfrutar del momento y del
camino, olvidando el objetivo que a veces no es tan importante, porque al final
se consiga o no, seguiré siendo yo.
Y
ese será mi propósito del año que entra, de este 2015 que embebe mis dos número
favoritos, el 5 y el 8. Espero que me dé suerte.
¡Feliz
Navidad!
¡Feliz Año
Nuevo!
¡Hasta el año
que viene!