jueves, 31 de mayo de 2012

Una de arena

Bueno… hoy toca “una de arena”.
Mi entrada anterior, algo más triste, quizás más negativa… “esa de cal”, se va, se desvanece y deja paso a algo más positivo.
Quizás no parezca importante, quizás pueda parecer una tontería, pero para mí ha sido muy gratificante, un regalo, un premio y gracioso… el encontrarme fotografiada y “plasmada” en una revista de running.
Así es que, no tengo más que agradecer a la persona que ha realizado las fotos, que pensó que yo podría ayudarle en un pequeño cometido que le habían encargado, fotografiando a alguien entrenando, el que haya hecho realidad este pequeñín sueño… vamos a ver, siendo sincera, nunca me planteé salir en una revista… esto simplemente ha sido algo “que el futuro me ha brindado”, así es que, elijo disfrutar de ello y seguir luchando hacia adelante… porque siempre hay “algún motivo para hacerlo”.
Gracias Sebas… porque tus fotos siempre son maravillosas, sean o no de corredores, sean de paisajes, sean objetos inertes que “desatan vida”, animales o flores… me ha encantado esta experiencia.
Gran fotógrafo y persona, no dejéis de visitar sus blogs (Sebastián Navarrete).




viernes, 11 de mayo de 2012

Mediocre

El hombre mediocre” es un libro del sociólogo y médico ítalo-argentino José Ingenieros, publicado en el año 1913.
El mediocre
El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar. De ahí que se vuelva sumiso a toda rutina, a los prejuicios, a las domesticidades y así se vuelva parte de un rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no cuestiona, sino que sigue ciegamente. El mediocre es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego del rebaño social. Vive según las conveniencias y no logra aprender a amar. En su vida acomodaticia se vuelve vil y escéptico, cobarde. Los mediocres no son genios, ni héroes ni santos.
Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición (aquí se ve en parte la idea positivista de la época, el hombre como receptor y continuador de la herencia biológica), sin darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias al mismo tiempo. A su vez, el hombre mediocre entra en una lucha contra el idealismo por envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí.
El idealista
El idealista es un hombre capaz de usar su imaginación para concebir ideales legitimados sólo por la experiencia y se propone seguir quimeras, ideales de perfección muy altos, en los cuales pone su fe, para cambiar el pasado en favor del porvenir; por eso está en continuo proceso de transformación, que se ajusta a las variaciones de la realidad. El idealista contribuye con sus ideales a la evolución social, por ser original y único; se perfila como un ser individualista que no se somete a dogmas morales ni sociales; consiguientemente, los mediocres se le oponen. El idealista es soñador, entusiasta, culto, de personalidad diferente, generoso, indisciplinado contra los dogmáticos. Como un ser afín a lo cualitativo, puede distinguir entre lo mejor y lo peor; no entre el más y el menos, como lo haría el mediocre.
Del capítulo primero del libro, se extraen estas frases:
      Hay cierta hora en que el "pastor" ingenuo se asombra ante la "naturaleza" que le envuelve.
      La inmensa masa de los hombres piensa con la cabeza del pastor; no entendería el idioma de quien le explicara algún misterio del universo o de la vida, la evolución eterna de todo lo conocido, la posibilidad de perfeccionamiento humano en la continúa adaptación del hombre a la naturaleza.
      "Indiferentes" ha llamado Ribot a los que viven sin que se advierta su existencia. La sociedad quiere y piensa por ellos. No tienen voz sino eco.
      Nuestra vida no es digna de ser vivida sino cuando la ennoblece algún ideal.
      Producto de la costumbre, desprovisto de fantasía, ornado por todas las virtudes de la mediocridad, llevando una vida honesta gracias a la moderación de sus exigencias, perezoso en sus concepciones intelectuales, sobrellevando con paciencia conmovedora todo el fardo de prejuicios que heredó de sus antepasados.
      El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad.
      Sin la sombra ignoraríamos el valor de la luz.
      Todos los enemigos de la diferenciación vienen a serlo del progreso; es natural, por ende, que consideren la originalidad como un defecto imperdonable.
      Pues la civilización sería inexplicable en una raza constituida por hombres sin iniciativa.
      El mediocre no inventa nada, no crea, no empuja, no rompe, no engendra; pero, en cambio, custodia celosamente la armazón de automatismos y prejuicios y dogmas acumulados durante siglos, defendiendo ese capital común contra la asechanza de los inadaptables.
      Lo que ayer fue ideal contra una rutina, será mañana rutina, a su vez, contra otro ideal.
      En todos los tiempos y lugares el que expresa su verdad en voz alta, como la cree, lealmente, causa inquietud entre los que viven a la sombra de intereses creados.
      La rutina es el hábito de renunciar a pensar.

A veces tengo dudas de dónde estoy… A veces me siento confundida, todo a mi alrededor es confuso, me cuesta situarme, me cuesta seguir, no puedo salir… no lo veo, no veo más allá de mis pensamientos, me vengo abajo, voy cayendo en un pozo oscuro y no entiendo por qué.
Y nunca es suficiente.
Nada, no hay nada… y sin embargo hay tanto, tantas cosas por las que luchar, por las que vivir, por las que disfrutar… pero ¿por qué? No encuentro las fuerzas, no tengo ganas, no me apetece… y necesito una respuesta, pero ¡no sé dónde buscarla! Y me taladra, esa palabra me machaca, me golpea una y otra vez, no me deja… me ahogo, quiero respirar, no me gusta… y el reflejo del espejo me devuelve constantemente lo mismo… ¡mediocre!
Quizás yo tenga dudas sobre mí misma… pero qué fácil es reconocer al mediocre que está ahí, que me rodea, cerca, a mi lado… ¡y me dan ganas de gritar! ¡sólo quiero gritar! Y pienso… aléjate de él, que no te importe, que no te influya, que no te afecte… simplemente, no merece la pena… no vale nada.
¡Oye mediocre! Para ti tu vida y tu mediocridad… vete, no vuelvas, no te dirijas a mí, no me mires, no me hables… ¡aléjate!
Conócete a ti mismo”, Sócrates
Mediocridad
Sentir este dolor en el pecho,
un dolor agonizante,
un dolor de desprecio a uno mismo.
Este maldito dolor que llaman mediocridad,
es exactamente saber que no eres.
NADA
Y que no tienes NADA QUE OFRECER hacia el mundo,
y lo que más duele saber que hay gente ahí afuera esperando cosas de ti.
¿Qué podría ser yo?
No soy inteligente, soy inútil,
no soy astuta, soy lenta,
no soy solidaria, soy egoísta.
¿Qué se puede esperar de alguien como yo?
Alguien que ni siquiera tiene ganas de gastar el espacio.
¿De qué le sirve alguien como yo a la humanidad?
De absolutamente nada.
Yo no vine al mundo a nada más que para que sea más claro aún que lo vale y no,
me uno al montón de los seres sin razón,
me uno al montón de los seres sin utilidad,
me uno al montón de los seres que ni siquiera lo mejor que hacen lo hacen bien.

Autor: Firenze (Seudónimo)